lunes, 28 de mayo de 2007

Karin Gómez Artigas

Nace el 3 de Octubre de 1975, en Santiago de Chile. Poeta y narradora. Publicista de la Universidad de Santiago y Diplomada en Escritura Audiovisual (Guión de Cine y Televisión) de la Universidad Católica de Chile. Participó dos años en el taller de narrativa del escritor Poli Délano. Ha ganado dos concursos de poesía en su país, fue finalista en otros y ha publicado en tres antologías poéticas: “Le porte des poetes (Homenaje a Pablo Neruda) “Francia, “Paseo en Verso, México” y Horizonte Lejano, España. Colaboró con las revistas literarias chilenas Hipopógrafo, Animalfabeto, y Letras de Chile. Sus cuentos, poemas y artículos se encuentran en distintos sitios web.

Palabras Sobre Su Poética: Mi obra, es obra de las necesidades vitales; yo escribo poesía porque es tan necesaria como comer o respirar. Desde los 8 años que descubrí esta maravillosa válvula de escape.
Mis temas son variados, a pesar de que esta selección tiene temática erótica.
Defino mi trabajo como poesía visual y apuesta a metáforas simples.

MÍO


Lee mi mirada,

La textura candente del fulgor de mis pupilas
Aquella luz punzante donde dice que me perteneces.

No es que sea dueña de tu cuerpo
Pero cada roce de mis caderas con tus piernas
El ángulo agudo de mi mirada
La inclinación pueril de mi cabeza
Son mil hilos que te atrapan.

Y es que a veces se me desata un vil veneno
La manía de que sientas
Que ya no puedes mas de locura,
Que el deseo turbulento de tus manos
Sólo se calma al seguir el camino de mis senos.

Y otras veces, mil veces
Quiero ser la dueña de tu sangre
El compás de tu pulso,
Y la imagen sagrada
Por la cual derramas cada gota de tu néctar.

Quiero que tu boca
No necesite mas complemento
Que mis labios y mi ombligo secreto
Que tus urgencias
Sólo atraquen en mis puertos,
Y que tu olfato de centauro alzado
En cada poro de mi cuerpo
Encuentre una respuesta acertada.

Lee mi mirada,
O con tu lengua
Recorre las líneas cóncavas de mis manos
Auscultando las premoniciones ancestrales de mi deseo
Vislumbra como esta escrito
Que tu vientre, tus manos, tu sexo;
Tu ser entero me pertenece
De la sangre hasta los huesos.

COSTUMBRE

De tanto merodear por tu cuerpo
Aprendí sus versos como un poema antiguo;
De tanto seguir sus caminos y descansar en los escaños
Me enamore de sus lunares secretos,
Derramados por tu piel
Como gotas de tinta oscura.

En la penumbra azul de la madrugada
Descifré tu teorema de palpitaciones y sabores;
Lloré por el olor a hierba que se desprende de tu espalda
Aferrada a tu silueta recostada
Que es mas infinita que la cordillera.

De tanto dormirme en tu piel
Me amoldé como una masa cruda
Adherida a tu pecho, a tu sudor
y hasta a veces a tus lágrimas.

En la noche de nuestros deseos
enfrentados ante el espejo
fuimos como un solo continente;
tu pecho no terminó en mi espalda
y nuestras manos afiebradas
un par de mariposas
ancladas en mis vientre.

OSCURECE

A tu lado oscurece y el día se puebla de sombras
No quiero más tu penumbra ni esa quietud agotadora
De que no habrá paseos ni caminatas hacia lugares desconocidos.

La casa suena silenciosa y todos viven (menos nosotros)
Pegados a la cama protectora y a nuestras sábanas
Que son nuestro sudario en esta muerte lenta.

La calle me llama, las piernas me tiemblan
Mis manos quisieran poder golpearte el alma
Estrujarte la risa, la pasión, la mirada perdida en los miedos.

No puedo esperar a que pasen estrellas fugaces a profetizar nuevos mañanas
No puedo cargarte en los brazos, ni acunarte como el niño que aun eres
Porque la mujer que aun soy no ha corrido descalza las calles
Ni ha cruzado las esquinas peligrosas
Ni la lidiado por construir ningún puente.

A tu lado oscurece y ya no hay día, solo noches en un sopor amable
A tu lado peligra mi intensidad, los remolinos eufóricos
Destrozarse por un día completamente sentido
Inventar sueños, quimeras; el vértigo de vivir la vida.

LA MISMA MUJER

“A mi misma y a tantas otras”

Esta mujer que ves aquí,
de poca tintura de poco carmín
que torpemente se deja ver
sin escotes reveladores,
Ni perfumes cazadores de moscas.

Esta mujer que diariamente se ríe con todos
A costa de su propio ridículo
Con un despiste patológico
Que inhibe cualquier brote de femme fatale.

Esta mujer que camina como una pato asustado;
Escondiendo la mirada de cualquier piropo.
Que devora cuadras con sus piernas breves;
Rauda, pensando sólo en el viento que se atreve
A peinar sus cabellos de nylon.

Esta, la que ves aquí
Detrás de toda su simpleza
Tiene un imperio de secretos bien guardados;
Cuando la gente se va y se apagan las luces
Cuan serpiente se deshace de su ropa,
Ronronea como gata melosa
Mezclando jadeos y murmullos sugerentes.

Se pasea como patrona por tus muslos
Olvidando tu titubeante soberanía.
Esta mujer, en silencio, solo por provocarte
Juega a ser tu puta,
Inventando precios de piruetas prohibidas
Rindiéndose a tus manos
Ofreciendo su propio cabello como rienda.

Esta, la misma seria, la misma respetable
Entre tus sábanas te hace sentir el príncipe
De tus propias mil y una noches,
Escribiendo metáforas con la mirada
Que avergonzarían hasta al más avezado amante.

Esta mujer, la misma ninfómana que te sobreexige
El martes saca la basura a la calle
Compra los abarrotes los domingos
Plancha tus camisas,
Va de tu brazo por la calle
Y en la tarde duerme la siesta contigo.

ASESINA

“Dedicado a las escritoras chilenas María
Carolina Geel y María Luisa Bombal.”


Lo maté porque no tenía dueña

Porque su indolencia lisonjera
Hubiese preñado mi vientre de vacío.

No bastaron mis caderas melosas
Ni mi boca vasalla de sus promesas,
El se iba con la brisa
Tras cualquier espejismo con olor a hembra.

Lo maté porque no era mío,
Así, deslavado me amó un segundo
Y su carne mezquina
Sólo tuvo migajas para mi hambre.

Le quité el aire y las horas de placer venideras
Con una jeringa de locura
Suprimí de su cuerpo sal, semen y lágrimas subterráneas,
Me quedé con sus venas secas
Vacías como cuerdas destempladas,
Para que ninguna otra bebiera de sus aguas.

Lo maté porque así descansarían mis cimientos
Y la intuición amarga dejaría de morder mi pecho,
La madeja que se enredó en mi vientre
Al fin podría extenderse sin resquemores.

Lo maté en su carne y en sus bríos desmedidos
En su norte miserable
En su mapa geográfico de glúteos
Y racimos de pezones turgentes.

Lo alejé de toda silueta femenina
De alientos que humedecerían su pubis.

Acabé con mi suplicio cordial de mendigar miradas
Con mi cantinela masoquista de preguntas
Con la espera por fin desahuciada.

Le quité la vida y no me arrepiento
Él me desangraba a dudas;
No sabía si era hombre, pájaro
O sátiro desesperado.

Si perdonaba su vida
Él hubiese andado por las calles sin mis pasos,
Hubiese olvidado mis besos como quien olvida un diario,
O una anécdota anodina en todo su prontuario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hay que seguirla a la Artigas, puede darnos mucho más...

Se la siente tan hembra, tan auténtica y cabal que merece un brindis en noche de luna llena.