domingo, 24 de diciembre de 2006

Silvia Mª Moreno Hernández

(Almería – España, 06/12/1983). Diplomada en Magisterio de Educación Primaria (promoción 2001-2004) y Licenciada en Psicopedagogía (promoción 2004-2006). Delegada en Andalucía de la Asociación de Escritores Noveles. (Asociación de Escritores Noveles), escritora de prosa y verso y participante de varios grupos literarios de Internet con el pseudónimo de Plumamordaz. Divulgó su obra "Ulises el vencejo", registrada en el 29/11/2002 y distribuida en las II Jornadas de la AAVT celebradas en Almería en el año 2002. Publicó su cuento "Requiebros" y su poesía "Días" en el Nº 18 de la revista literaria "Transparencias" (pág. 17). Actualmente prepara la obra "Un espejo en el Desierto", una selección de sus obras más significativas escritas desde el 2003 y estudia para prepararse a oposiciones.

Parrafada consecuente: Ya os he mostrado mi exiguo Curriculum Vitae y, además, redactándolo en tercera persona, para hacer ver que tengo escondido a un enanito que se dedica a hablar bien de mí en los foros cibernéticos... ahora toca, si sigo el esquema que me ofrecen mis precursores, desatar el yo poético reprimido y deslumbrar a quien detenga sus ojos en este intento de presentación, ¿no? Quien inventó este sistema no pensó en lo complicado que es hablar de uno mismo, más difícil todavía si se trata de venderse. A los enamorados de las letras se nos suele tildar de vanidosos y exhibicionistas... ¡y con razón! Hay que sufrir de algo de vanidad y exhibicionismo (o autoestima, en términos positivos) para dar un paso al frente y exponer a las críticas del mundo algo tan íntimo como un texto; yo lo hago ¡caigan sobre mí los adjetivos enunciados! ¿Motivo? No, ya dejé -más o menos- atrás la adolescencia y, con ella, mis ganas de salvar la cultura mundial, por lo que saldaré el ineludible compromiso con la sociedad a través de la enseñanza, si los hados me son propicios y apruebo las oposiciones. Escribo, pues, sólo por el único motivo por el que me estáis leyendo hoy: por gusto. Si dejara de satisfacerme, no dudaría en abandonar las letras, aunque confieso que es difícil; escribo de manera continuada desde hace ocho años, tantos que me parece que el escribir forma parte de mi propia identidad.

Supongo (osadía de mi parte) que os andaréis preguntando cómo me dio por ahí y no por pellizcar cristales. Justo es contaros mi vida, para que veáis que no había otro desenlace posible. Como escribí antes, nací el 6/12/193 -día de la constitución de mi país, lo que me convierte astralmente en demócrata y tolerante- en Almería, tierra de mi madre. En realidad fui gestada en Madrid, pero a ella no le apeteció que fuera madrileña. Esto me ha enseñado que es poco importante el dónde nace uno, más condiciona la educación dada por la madre que te parió y el padre que cooperó. Cuando yo cumplí un añito de edad, mi familia se trasladó a Bilbao y allí permanecimos hasta que nació mi hermana, en el año 1990, y regresamos a Almería, el lugar en el que he seguido viviendo hasta hoy... y nadie lo diría; puesto que me acompañó y sigue adosado a mí un acento que es más propio de mi antiguo lugar de residencia que del actual. Esto me enseñó que el pasado, aunque se olvide, nunca se borra. De niña, mi rasgo más significativo era una imaginación tan desbordante que me hacía confundir la realidad con la fantasía hasta los 6-7 años; lo que me demuestra que para el escritor escribir es como para la vaca el ser ordeñada; una vía para dar salida a lo que desde antes lleva dentro. Sin embargo, el compartir no fue mi motivación primera al escribir. Más bien fue el egoísmo adolescente el que me impulsó; fui, como casi todos, una adolescente cabreada que usaba bolígrafos y papeles como catarsis de sus angustias interiores. Poco a poco, esto derivó en una necesidad de compartir; redacté anécdotas familiares, anécdotas con amigos, reflexiones de corte "pseudo-filosófico- periodístico" y, con los años, otras lecturas e internet, fui buscándole un corte más artístico y versátil a mi escritura. Insisto: me gusta leer, me gusta escribir, me gusta hacer reír, llorar, pensar y contar cosas... ¡sobre todo si son cosas cotidianas, las más importantes! y sé que mis textos no salvarán al mundo pero si consigo que, al leerme, alguien sienta (aunque sea yo) que no está perdiendo el tiempo, me bastará para sentirme satisfecha.
Saludos Plumíferos


EL CIPRÉS ENVEJECIDO (poema)

Tan tenso el tronco ambarino,
crujen sus vetustas ramas.
En suspiros contemplaba
el ciprés envejecido
cuán grande y frondoso fue
cuán digno su porte altivo
y ya no le queda nada;
para un ciprés no hay abrigo.
Tan tenso el tronco ambarino,
crujen sus vetustas ramas.
Por su fuerte envergadura
a su dolor se ha ceñido;
con el paso de los años
se ve triste y abatido
y ya no le queda nada;
para un ciprés no hay abrigo.
Tan tenso el tronco ambarino,
crujen sus vetustas ramas.
Su vida se ahorcó en un hilo
y ya no le queda nada…


PORQUE LO DIGO YO -antipoema-

Porque yo lo digo
porque lo digo yo.
Lo digo yo
puesto que no lo dice mi vecino;
yo lo digo
luego
yo opino.
No digo que los otros no opinen
porque yo no diría eso
no lo digo. Soy coherente.
Lo que digo es que los otros no opinan
porque yo lo diga
ni opinan siempre lo que digo
ni les digo lo que opinan
ni opino lo que ellos digan
¿Para qué decir lo que opinan
u opinar lo que digan
o que me digan lo que digo
si yo opino lo que digo
y digo lo que opino?.
Mas tras dejar esto claro,
o más vale que lo esté,
porque si no me oscurezco
si me oscurezco me eclipso
y si me eclipso da igual lo que digan
porque ni lo ven ni me veo;
considero que aunque diga lo que opine
y opine lo que diga
pensar lo que se dice no es igual
que opinar lo que se diga.
Ni sentirlo es lo mismo
que pensarlo.
Así que digo lo que opino
y opino lo que digo,
pero sintiéndolo mucho,
sólo a veces pienso lo que digo
o digo lo que pienso,
puesto que prefiero sentir
lo que me digo.

CARTA A UN INTRÉPIDO TROZO DE TORTILLA:

“Yo soy un intrépido trozo de tortilla – dijo mi primo Francis, con vehemencia- que se pasea, libremente, por todo el plato”.

Una imagen muy sugerente, las cosas como son, viendo además el contexto de esta frase. Un amigo, mi primo y la que esto escribe nos tomábamos nuestras cañas en una terracita mientras ofrecíamos puntos de vista muy diversos sobre lo humano y lo divino. Cómo no, en el centro de la mesa había un plato compuesto por trozos de tortilla, aceitunas y patatas, en una disposición nada aleatoria; cada elemento ocupaba, sin mezclarse con los demás, exactamente un tercio del plato. Cualquiera de nosotros tres, por nuestra altitud relativa con respecto al plato, tenía acceso a los tres tipos de alimentos, pero ¿qué habríamos visto si nuestra posición se hubiera situado en paralelo al plato?
Plantee esa pregunta a mis acompañantes. Yo opinaba que cada uno de nosotros lograría ver dos de los tres tipos de alimentos dispuestos en el plato; no obstante, siempre se nos escaparía un tercero.
En este sentido, Tony - mi amigo- y yo estábamos de acuerdo. Mi primo discrepaba. Él consideraba que el punto de vista más aceptable era el que podían ofrecer aceitunas, patatas y trozos de tortilla, desde dentro.
“Pero- decía yo– el punto de vista de las aceitunas, las patatas y los trozos de tortilla lo condiciona su naturaleza y posición”.
“Yo soy un intrépido trozo de tortilla – dijo mi primo Francis, con vehemencia – que se pasea, libremente, por todo el plato”.
Tan colgada me dejó esa frase, a causa de su gran carga de contenido, que omití decirle que, por más que quiera, un trozo de tortilla jamás podrá sustraerse al hecho de ser un trozo de tortilla…
Se nota que, en el fondo, no dejo de sentirme identificada con los intrépidos trozos de tortilla que se pasean, libremente, por todo el plato… o, al menos, lo intentan.
En la vida casi nunca podemos contar con la ayuda del frío punto de vista externo. Estamos confinados en el plato y nos resulta muy difícil movernos: chocamos con los otros y con nosotros mismos; nos limitan nuestros movimientos, pensamientos y grupo de referencia…
Sin embargo, hay un punto de unión muy importante entre las patatas, las aceitunas y los trozos de tortilla: están en el mismo plato; unidos en su trágico destino. ¿De qué sirve entonces pasearse por el plato? ¡Más interesante sería salir de él! Claro que a los intrépidos trozos de tortilla no les interesa salvarse en soledad. Por eso, en lugar de salir corriendo, se pierden en analizar los diversos puntos de vista.
No hay gloria en huir; huir es de cobardes… y pocas cosas hay tan tristes como la soledad del cobarde, una vez que los demás han caído, salvo tú, o tú, o tú…
… así, aunque recomiendo a cada patata, aceituna y trozo de tortilla que lea, vea la tele y se documente sobre el exterior… mi mayor recomendación es que le echen valor y se muevan, libremente, por todo el plato…
¡Es muy difícil pinchar a la comida cuando corre!


EL CONCIERTO
Se despliegan las tupidas cortinas. Se levanta el telón. Cae la oscuridad... y los focos destacan una batuta, un atril, un pentagrama, un orfeón...
Y vibra el aire, expandiéndose la melodía que inflama, que subyuga...
Polifonía.
El oído conduce a más de un centenar de personas a un carrusel mágico.
Todos sienten y nadie comprende, salvo ella...
... la joven de oscura mirada parece dormida; ha blindado sus sentidos. Sólo disfruta, sólo escucha, negando cualquier otra realidad. Su alma pende de graves y agudos, mezclados en el atanor de la “orchestra”.
Las frases, pensadas y pronunciadas en un idioma extranjero, se derriten... empapando los corazones de sentido.
Los cánticos, arrullados ahora por afilados susurros de violín, ocultan su secreta belleza en su crueldad; sinceridad envenenada.
Todos sienten y nadie comprende, salvo ella...
... la joven de oscura mirada oculta veneno en sus cuerdas vocales, en sus sueños, en la sangre que palpita en sus venas... lo testifican los profundos surcos anclados en sus muñecas.
“Eran profundos sus ojos por haberse arrojado a las tinieblas... y malditos por haber sobrevivido”... recitaban dos líneas escritas en un hospital.
Los violines callan y las gargantas reposan... mientras un aplauso es interceptado por una nota de piano... su suavidad magistral ofrecida en aras del amor. El público sonríe... todos menos ella.
Todos sienten y nadie comprende, salvo ella...
Ella sabe que el piano es un traidor. Sabe que el motivo de ser de su dulzura es atraer a los incautos. Luego vendrán la alegría y el desenfreno asidos al terror... y al silencio.
Como lo que pasó en aquel balcón. Como sucede en tantos lugares cada día. Un suave coqueteo, una ganzúa, expectación... la puerta se abre; desenfreno, conquista de la morada prometida, pasión... y luego terror a los rincones ensombrecidos, seguido por un silencio de muerte.
Ahora, acompañando al piano enfebrecido, retornan las voces... a la vez que retorna el calor a sus mejillas...
Sí, ella convivió con las sirenas, que la enseñaron a cantar para atraer a los hombres.
Sí, ella aprendió los venecianos secretos de las máscaras hermosas; la elegancia y refinamiento de un Dionisio educado en el Olimpo.
Sí, ella fue la Gran Bruja que, con sus miedos y deseos, escribió sus secretos en el grimorio del instinto descarnado.
Todos sienten y nadie comprende, salvo ella...
... ella, la joven de oscura mirada, estaba de nuevo en aquel balcón...
- Siempre he hecho lo que tú has querido – decía él, con voz quebrada.
Ella respondía, con voz segura: - Porque tú lo deseabas.
- ... y no me quejo, Sirena. Nunca me he quejado de nada... de que te negaras a revelarme tu nombre... de que me hicieras caer en tus manos... de que vendaras mis ojos, me ataras e hicieras magia conmigo, con tus manos, con tu aliento en mi cuello, con mi voz en tus oídos... hasta que explotaba en el vacío.
- Pero – sonreía ella con ironía – ahora te quejas.
- ¿Qué hay de malo en mirarte a los ojos, Sirena? –
El piano enmudeció. Las voces se hacían más y más potentes. El público contenía la respiración.
Todos sienten y nadie comprende, salvo ella...
... ella, que, por primera vez en eones temblaba, se descubrió ante los ojos de la que había sido su presa...
... ella, decidida a pesar de conocer las consecuencias de su acción... y negándose a su vez a perder la esperanza...
... ella, su cuerpo marcado por un brutal accidente, castrado en su expresividad, dejando su sensualidad a merced de su mente y de su voz, ya que con su piel no la podría expresar jamás...
La poca valentía que tenía la extraía de un rostro y unas manos que, misteriosamente, escaparon al desastre... pero aquellas partes que la ropa cubrían no debían mostrarse nunca a ningún hombre si lo que pretendía era obtener su deseo, no su compasión, no su asco... sino su deseo.
Las voces enmudecieron. Un grueso tambor resonaba...
Como el corazón de ella, desolada.
Como el corazón de él, que huyó... su deseo murió al morir la imaginación.
Cansada de trucos, de seducir a desconocidos ingeniándoselas para mantener siempre oculto su cuerpo, rasgó sus venas en vano. Fue descubierta e ingresada...
El agresivo sonido de los platillos dio fin al concierto.
Cansada de recurrir a la sofisticación escenográfica para satisfacer sus deseos, la antigua vampiresa se puso en pie y, con lentitud solemne, abandonó el concierto para convertirse en una ciudadana gris, presa de sus circunstancias, concentrada en sobrevivir...
... su placer sólo le traía dolor.
Se apaga el escenario. Se enciende la sala. Se baja el telón. Se cierran las tupidas cortinas...
... y ya no queda nada.
Todos sienten y nadie comprende, salvo ella.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

WOw!

Anónimo dijo...

Interesante, pueden actualizar mas sobre estos artistas?